CULTURAS- OTAVALEÑOS

OTAVALEÑOS EN LA FERIA

Los Otavaleños

La más importante comunidad indígena que ha logrado mantener su propia fisonomía económica y social es la de Otavalo. La componen las densas parcialidades o comunidades indígenas de Agato, La Bolsa, Peguche, Quinchuquí y Cotama. También los sectores de la parroquia de Ilumán.

Su característica principal es su gran iniciativa, con ambicioso sentido del comercio y del negocio. Tanto dentro del país como fuera de él, se le conoce con el nombre genérico de «Indio otavaleño». Pero este indio por su singular personalidad, sociólogos extranjeros le han dado el calificativo, muy noble por cierto, de «Aristocracia aborigen de América».

Grupo humano de inteligencia extraordinaria, ha sa bido superarse por el influjo decisivo de la escuela primaria. La escuela le enseñó a leer y a escribir y esto fue suficiente para que él con sus propias fuerzas haga el resto, es decir, sobreponerse al medio ambiente y sus limitaciones.

Su primer intento fue el de aprender a leer y a contar, «para no dejarse robar por el blanco». Así lo hizo.

Pero luego fue más allá. Aprendió el español para conquistar al «blanco» y en esta conquista se halla hoy triunfante y magnífico, porque gente de América y de Europa vienen a Otavalo, a la feria sabatina, a conocerle, conversar sueltamente con él, mientras él aprovecha vendiéndole sus tejidos hermosos, exclusivos y originales. En todo el mundo es un hallazgo la compra de sus tejidos manufacturados por él con una habilidad innata y formidable.

El indio otavaleño no sólo produce tejidos de calidad y de buen gusto, sino que recorre incansable todo el Ecuador vendiendo sus tejidos, que los lleva al hombro, no busca intermediarios y personalmente busca al cliente. Esta verdad es tan indiscutible como que en todo el Ecuador se encuentran tejidos hechos por él. Esto lo podemos ver en todas partes. No importa el clima.

Hoy ha iniciado la conquista de los mercados de Europa. Para ello, hace algunos años, un grupo de otavaleños (alrededor de quince), resolvió trasladarse a España, porque allá «el idioma es más fácil». Se ubicaron en Madrid. Se dedicaron a tejer activamente con materia prima barata, lana o nailon, salieron a recorrer las calles. Llamaron la atención por su indumentaria, que psicológicamente es parte del negocio, y así «sentaron plaza». Como es acostumbrado a trabajar comunitariamente, es decir, en grupo, en familia, una vez que se sintieron firmes en el negocio, reunieron sus dineros y procedieron a llamar a sus familiares que quedaron en Otavalo. Ahora, se hallan establecidos en Madrid. Han procedido a dar un paso más: han abierto un almacén, que luego serán varios, con el nombre de «Ecuador folklore». Este almacén está ubicado en una de las más céntricas avenidas de Madrid. En estos momentos están llevando más mano de obra, porque el próximo paso de su toma a Europa va a ser Alemania y luego Holanda. Una empresa audaz y formidable.

Otra particularidad del indio otavaleño es la de su honradez inmaculada, porque sabe que este requisito es parte de un buen negocio y es base de su buen prestigio. Pero sin duda, su mayor honradez, es la del cumplimiento de su palabra, porque en su juventud, cuando busca a su compañera de toda su vida, primero la enamora a empellones y tirándole guijarros. Luego le quita la fachalina. Entonces sí hará el pedido a los padres de ella, con el acompañamiento de toda su familia. Aceptado este pedido, el Alcalde de la Comuna les «pone los rosarios» y ya están casados. El matrimonio ante el Registro Civil y luego ante la iglesia, se los cumplirá posteriormente como cuestión secundaria. Una vez casado, el indio es fiel, es hogareño. Quiere mucho a su mujer y a sus hijos. Se cuida de educarlos convenientemente. Trabajan todos ellos en los tejidos y otras actividades de la casa.

Se sabe que desde el preincario el indio otavaleño tenía fama de tejedor. Los Sarancis fueron admirables. Cuando llegan los españoles, aprovechan de esta habilidad técnica y organizan los recordados obrajes, de cuya producción abastecen con sus telas a la Real Audiencia de Quito, al Virreynato de Lima y al Virreynato de Nueva Granada. En las guerras de la independencia, Bolívar celebra contratos de estas telas para los uniformes, las cobijas y demás menaje para el ejército libertador. En la época Republicana, varios Gobiemos propenden al consumo nacional de estos famosos tejidos, que se seguían exportando al Perú, a Colombia y a otros lugares. En fin, el indio otavaleño ha mantenido por centenares de años el prestigio de sus tejidos como buenos y admirables que, en exposiciones internacionales como las de París a comienzos de este siglo, obtuvieron medallas de oro. Y, debido precisamente a esta profesionalización del indio otavaleño en la industria textil manufacturada, ha hecho que hoy tenga, como ningún grupo indígena del Ecuador, solvencia económica suficiente. Su actividad y su originalidad no tienen competencia.

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