La Tolita
(ca. 600 a.C. – 400 d.C.)
Ocupó una amplia zona litoral de variados nichos ecológicos, desde la desembocadura del Río Esmeraldas hasta la bahía de Buenaventura en Colombia. Fue una sociedad muy estratificada en la que se destacaba el aspecto político-religioso. Su subsistencia se basada en la agricultura, pero también practicaban la caza, la pesca y la recolección de moluscos y plantas alimenticias.
El gran centro ceremonial situado en la Isla de La Tolita constituyó sus más notable núcleo ideológico, económico y cultural. El culto a los dioses en este lugar atraía una gran afluencia de gente de zonas muy diversas a participar en la ceremonias religiosas y enterrar a sus muertos. Esto motivó un extraordinario desarrollo de la artesanía suntuaria relacionada con ofrendas a los dioses, indumentaria festiva y ajuar funerario.
Sus alfareros elaboraron vasijas y figurillas de cerámica, a veces de gran barroquismo en sus formas y decoración: los orfebres produjeron con singular maestría ornamentos de oro, plata, platino, tumbaga y cobre; y, los talladores trabajaron el hueso y las piedras preciosas y semipreciosas.
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